Es la brisa de la vida que va corriendo telones y nos enseña a mirar con los ojos que fuimos guardando...


miércoles, 10 de marzo de 2010

veinticuatro colores


En cuarto grado, Roberto era el dueño de la única caja de Lápices FABER CASTELL en veinticuatro colores, entre todos los alumnos de la Escuela Modelo Nº1, de Gualeguay.
Y a mi me encantaba dibujar!
Por tanto, habíamos hecho un trato que nos ponía automáticamente de novios: yo ilustraba con mis dibujos su cuaderno de clases y eso me daba derecho al uso de sus bellos e inalcanzables veinticuatro lápices que resumían los colores del universo y que se guardaban en un estuche de metal único.
Eso me hacía sentir la heroína de una novela de amor a los diez años.
Mis recuerdos se hacen borrosos en el devenir de la adolescencia y a los diecisiete me fui a Santa Fe a la vida universitaria.

Cuando nos volvimos a ver, habían pasado veinticinco años desde que me fui.
Festejábamos las Bodas de Plata como egresados y ese regreso Gualeguay significó volver por tres días a los diecisiete.
En la cena del encuentro, despues del sorprendido saludo, nos sentamos uno al lado del otro, un poco por casualidad. Nos contamos lo de ese tiempo: él se había casado con la rubia tonta hija del dentista y yo estaba separada de mi primer marido.
Entre la adolescencia retornada y los brindis, los ojos brillantes y la risa fácil nos habían puesto hermosos y seductores, ya saben.

Roberto me invitó a bailar música cariveña y yo acepté encantada. Me gustaron su invitación y su mirada: lo recordaba introvertido y un poco hosco. Pero se había vuelto un hombre buenmozote y amigable.

De pronto, entre baile y baile me espetó:
- Qué suerte que volvimos a encontrarnos y me puedo amigar con mi compañera de cuarto grado, que ahora es esta dulce e interesante mujer.
- Amigarte?- pregunté sorprendida_- estuvimos peleados alguna vez?
- Vos parece que no. Pero yo siempre estuve enojado con vos, que eras mi novia sólo para adueñarte de mis lápices de colores.
Yo lancé una carcajada al recuerdo.
- Teníamos diez años, ha pasado tanto tiempo!
- Pues no tanto si aun tengo esa pena de amor. Y no me ha servido de nada guardar mi lata de Faber veinticuatro colores.

Por un breve momento el silencio le ganó a la risa.
Despues, sopló levemente la brisa de la vida y seguimos bailando como si nada. O casi.

imagen: lápices Faber-Castell - verdeesbueno.wordpress.com

10 comentarios:

  1. Supongo que pudisteis pintar una noche para compensar aquellos usos infantiles, para hacer cuadros adultos

    Besos

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  2. Que belleza!!
    Así, simple, como usted sabe hacer las cosas. Con las palabras justas.

    Y así es, lo que construimos, muchas veces es un castillo de naipes.

    Un abrazo como usted sabe!

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  3. Me dio mucha ternura.
    Despues de tanto tiempo esos recuerdos dan para risas y silencios complices.
    Habran pintado algo esa noche?
    Que lindo recuerdo los Faber aunque a mi me compraban unos mas baratitos.
    Bss Miralunas.

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  4. Ay Miralunitas, mire que yo vendía a mi hermana por Faber en 24 colores, que incríble, también fueron mi máxima ambición que no me duró mucho, los cambié por los oleos…
    Y el Roberto que la quería, y usted que ni cuenta se dio… sus relatos sublimes me transportan

    Besos

    Estercita

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  5. Precioso!
    A mí también mem trasladaste a mi infancia!

    Recuerdo mi primer estuche de bolis (biromes) de 24 colores, que me trajo el rey Baltasar (mi tío), fuí feliz, la niña más feliz, y desde entonces me dedicaba a ilustrar los títulos de los ejercicios, cada letra con los 24 colores... claro, no me daba tiempo a más! Jajajajaja!, me caían regañinas, pero yo, más feliz que una perdiz con mis colores!

    Besitos coloreados, amiga!

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  6. Yo gusto de pagar todas mis deudas. Especialmente las prescriptas!
    Y vos?
    Un beso

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  7. yo también, Cronista, yo también!

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  8. que lindo!!me encantò esto Miralunas!
    Beso enorme!

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  9. Hola Miralunas! Gracias, tambien fue un gusto conocerte a vos :)
    Que linda historia...yo también tenía (y tengo) fascinación por las cajas de lápices de colores, su olorcito a madera... Que hermoso!
    Un beso grande!
    Eugenia
    Pinyta Rita Bangladesh

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  10. Vaya la de recuerdos que tengo en torno a esos lápices de colores... A veces los ordenaba según tonos otras según tamaños; por ejemplo el color negro descansaba en su nicho casi sin gastar, en cambio el azul o el verde iban haciéndose pequeñitos, al tiempo que en mis dibujos cielos y montañas no dejaban de crecer...

    Un abrazo grande

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