en las siestas con sol
y en las noches de invierno
a mí me gusta
comer mandarinas
desde que desprendo
su cáscara
sé que ese suave crujido
cargará mi alma
con un dulce avío
tocará mi frente
la blanca risa de mi madre
inundándome
de mi feliz infancia:
la de robar mandarinas
con los gurises del barrio
tentando a la solapa
escondida en la resolana
(cuando Gualeguay olía a azahar
y a jugosos duraznos)
su persistente aroma
se me quedará en los dedos
hasta un rato después
suavizando el corazón
como los bellos recuerdos
y cuando muerda
la jugosa pulpa de sus gajos
se me escapará como siempre
un fresco suspiro
de confiable placer
la mandarina
tiene esa atinada cualidad
de no ser siempre tan dulce
de ponerme alerta
con una leve acidez
que tampoco es siempre
y cada vez
me deja en la comisura
de los labios
esa sonrisa extendida
mansa
inacabada
de la felicidad porque sí.
gurises: niños
solapa: cuco que se llevaba a los gurises que no dormían la siesta.
¿Y un licorcito casero, al lado del fuego en una noche de invierno?
ResponderEliminarMe ha despertado recuerdos y ganas de pueblo.
Rica, fresca y perfumada esta entrada. Como las mandarinas
Un abrazo cítrico
Sí que entran ganas dulces de muchísimas cosas, no cabe duda de que me has refrescado el placer de leer... con vitamina C abundante.
ResponderEliminarDelicioso.
Besiños.
Me quedo con la última frase. La de la felicidad porque sí. Me gusta, tiene mucho que ver con las mandarinas.
ResponderEliminarUn saludo.
Y lo bien que se reparte una mandarina, a gajos, en deliciosas lunas.
ResponderEliminarSalud
Recordé mientras leía, que con mi hermano contábamos los gajos en esas tardes de siesta mientras todos dormían y nosotros nos escondíamos debajo de la escalera a contar historias y comer mandarinas.
ResponderEliminarQue lindo!
que leeeeendo para un tango me sono medio gardelianooo ;)
ResponderEliminarTodo lo que me recuerde la niñez, me instala automáticamente una sonrisa, como usté dice, porque sí.
ResponderEliminarY las mandarinas tienen mucho que ver con mi niñez. Con tardes en las que mamá y las tías dormían la siesta, mientras yo aprovechaba a estirarme hasta alcanzar la que elegía, o la que podía, para comerla sentada contra el alambre del gallinero, y revolear la cáscara para el lado de adentro.
Qué lindo. Y la foto también. :)
Jugosas, como tus versos...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Miralunas:
ResponderEliminarcosa negra la morcilla!!!
destino sutil el mío en esta noche; yo, el descreido del destino, llego a tu casa -desde europa- de la mano de mi amiga moderrunner.
tanto mar de ida y vuelta para acabar en tu vos tan cercano y pertinente.
me voy con tu perfume, profundo y persistente, cáscara fresca de mandarina... me voy reconfortado pensando en la próxima visita.
dejo abrazo.-
Pasé parte de mi infancia comiendo mandarinas, sentada en las ramas del árbol que ella tenía en el jardín. Comíamos a escondidas, muertas de risa con la "terrible" travesura! Cosas de chicos nomás! Y cosas de grandes que temían una nueva indigestión! ajjaa
ResponderEliminarLindidimo recuerdo!
Besoos
Perdón, ella es mi prima, no se que pasó que esa parte no salió!
ResponderEliminarmi fruta preferida del invirno!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! CUANTOS RECUERDOS ME TRAE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarComparto esa balada por la mandarina... cuánta gajitos de felicidad me ha proporcionado en el parque...
ResponderEliminarCuando veo jugar a Miralunas gurisita soy feliz porque sí :)
ResponderEliminar(y no apreto la cascarita cerca de tus ojos para que te aradan, porque sos mi compinche)
Besos
Muchos