Sabés, Arlenne?, esta mañana me desperté rara. Como sin ganas de despertarme. Y el día amaneció gris y así anocheció.
Mañana, dentro de un rato, es mi cumpleaños. Y ya sabés cuánto me gusta a mi celebrar ese día.
Pero esta vez..., ando así, como con el alma embalurdada. Este umbral me parece mas alto y mi corazón ha andado latiendo a saltitos.
Ay, Arlenne!... , me parece que mi alma, mi corazón y yo estamos un poco asustados.
La brisa de la vida me sopla arenita en los ojos y la alegría se me acongoja a veces.
Menos mal que la risa me salva y me lava la mirada.
Porque el amor sigue ahí, en sus ojos y en sus besos; abrazándome como esperando que vuelva ésa otra que soy, cuando los espejos me miran prometiéndome lo que estos días andan como robándome.
Y yo quiero iluminarme, Arlenne querida, pero mi sombra me abarca y me enajena.
Así, que gracias por recordarme que cuando la alegría, que a veces es tan buena mentirosa, me hacía creer en una felicidad juguetona y eterna, compré ese rimmel mágico que hace invisible el llanto.
Y ese cuaderno nuevo. Y todos esos crayones que casi se parecen a la mágica lata de Faber Castell de veinticuatro colores.
Claro que sí, Arlenne, amiga mía. Ya me enrimmelé las pestañas y mirá cómo empiezo a dibujar la vida que empezaré otra vez mañana!