A él le calculo ochenta y siete (a ella, ochenta) llegan casi al cierre al restaurante (¿de dónde vienen?) De arranque piden vino, queso y pimientos (¡le ponen sal!) después fuccile pesto y tuco. Mientras tanto se comen con los ojos y conversan toda la comida (son dueños del tiempo). Él tiene un cigarro en el bolsillo. Piden la cuenta y yo que tengo la mitad de sus edades los envidio como si fueran estrellas de rock. Y es que lo son.